Religión
Principalmente los
Incas fueron politeístas, ya que creían en varios Dioses, los que eran
benefactores. El Dios Supremo era Viracocha, el Dios creador, pero a su vez
veneraban al Inti, Dios del Sol de quién creían que descendía de la familia
real y a muchos Dioses más de la naturaleza que eran vitales para el éxito de
la cosecha.
Al transcurrir el
tiempo, la religión en este imperio evolucionó hacia el monoteísmo (un solo
Dios), y solo veneraron al Inti, el que adquirió el rango principal, por ser el
padre del emperador.
Filosofía
Una de sus filosofías
de vida principalmente era venerar a los dioses, debido a que mediante
distintos ritos ellos demostraban la importancia que eran en su imperio.
También se sintetizó en el concepto de que las cosas inanimadas y animadas
tenían vida, y todos saben comer, beber y comunicarse entre sí: el hombre con
las montañas, con los ríos, etc. Existieron en el Tahuantinsuyo hombres
dedicados al saber y a la reflexión como praxis permanente.
Otro punto que se
logra notar es el amor por los animales principalmente por los caballos; se
trata de un amor que comienza por haber vivido una infancia entre “armas y
caballos”
Leyendas
El Lago Titicaca
Había una vez un
valle muy fértil rodeado de montañas altísimas. Ese valle estaba ubicado en el
territorio que hoy ocupa el norte de Bolivia y el sur de Perú.
Los hombres que allí
habitaban vivían felices sin preocupaciones.
Los Apus, dioses de
las montañas, les procuraban todo lo que necesitaban, desde alimento hasta
abrigo. Además los protegían de todos los peligros y angustias.
Los Apus habían
puesto todos estos bienes a disposición de los hombres con una sola condición:
Que ningún hombre debía escalar jamás la montaña donde ardía el fuego sagrado.
Los hombres siempre
habían obedecido el mandato de sus dioses protectores, pero un día, el diablo,
molesto de ver tanta paz y tranquilidad, comenzó a instigar a los hombres para
que compitieran entre ellos para averiguar quién de ellos era el más valiente.
La muestra de coraje consistía en desafiar a los dioses.
Un día, los hombres
decidieron escalar la montaña donde ardía el fuego sagrado, pero los Apus los
sorprendieron a mitad de camino. Al ver que los hombres habían desobedecido su
mandato decidieron exterminarlos. Bajo la orden de los dioses, cientos de pumas
que poblaban la montaña del fuego sagrado salieron de sus cuevas y comenzaron a
devorarlos.
Los hombres pidieron
ayuda al diablo, pero este los ignoró porque ya había logrado lo que pretendía.
Desde lo alto del
cielo, Inti, el dios del Sol contemplaba la masacre con tristeza. Tanto era su
dolor que lloró amargamente durante cuarenta días. Tan profuso fue su llanto
que sus lágrimas inundaron el valle por completo.
Todos los hombres
murieron salvo un hombre y una mujer que estaban en una barca de juncos.
Cuando el sol volvió
a brillar vieron que se encontraban navegando sobre un lago enorme. Y sobre las
aguas del lago podían verse los pumas ahogados transformados en estatuas de
piedra.
Esta pareja llamó al
lago Titicaca que significa el lago de los Pumas de Piedra.
Hermanos Ayar
Eran cuatro varones y cuatro mujeres: Ayar Manco y
Mama Ocllo; Ayar Cachi y Mama Cora; Ayar Uchu y Mama Rahua; y Ayar Auca y Mama
Huaco. Estos hermanos salieron de las profundidades de las cuevas de
Pacaritambo en el cerro Tampu Tocco. De allí, luego de una serie de
desavenencias y desgracias, quedó solamente Ayar Manco (Manco Cápac) y su mujer
Mama Ocllo quienes finalmente llegarían al Cusco. Ayar Manco (Manco Cápac).
El resto de sus
hermanos se convirtieron convenientemente en huacas que los protegieron cual
divinidades tutelares. Se piensa que no se tratarían de hermanos sino de
pueblos o naciones, cada una distinta a la otra pero unida en esencia; pese a
salir de un mismo lugar se fueron apartado la una de la otra quedando solamente
la nación de Ayar Manco como la única que llegó a la tierra prometida (Cusco),
semilla del imperio venidero.
La segunda leyenda es
la de Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos del dios sol, que llegaron provenientes
de la espuma del lago Titicaca. Su padre los había enviado con la finalidad de
civilizar al pueblo y fundar un gran imperio. Pero antes debían atravesar un
largo camino y probar con una varilla de oro la tierra que debía acogerlos a
ellos y a sus futuros descendientes. En el momento en que la varilla se
hundiera fácilmente sobre la tierra sabrían que su destino se había cumplido
finalmente.
La leyenda cuenta que
la varilla de oro se hundió en el cerro Huanacauti, muy cerca al Cusco, y desde
allí divisaron sus nuevas tierras y su pueblo al que instruyeron con mucho
esmero pues así se lo había ordenado su padre el dios sol. Es decir, Manco
Cápac y Mama Ocllo no solamente fueron simples reyes sino que fueron padre y
madre del pueblo, pues les enseñaron, según la tradición, los oficios y demás
quehaceres para que se convirtieran en una gran nación.
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